domingo, 4 de octubre de 2009

Semana anodina en lo que a clases se refiere. Me tomo ciertos descansos en algunas clases que considero inútiles, no lo haré siempre para poder estar un poco al loro de si hay que hacer prácticas o algo. Por fin tengo tarjeta bancaria, no sin el típico incidente propio de mi suerte. Los astros se aliaron para que las casualidades malignas parecieran hechos lógicos benignos y lo que era entregar un papel se convirtió finalmente en una mañana perdida. Cargué mi móvil por fin. Un mes para conseguir estas dos cosas básicas, tiene cojones. También he confirmado que no puedo asistir al fin de semana en Bretaña donde va toda la universidad menos ¿15...20 personas? que no iremos. ¿Mala suerte? No sé qué es eso, no. He empezado a tener clases de Multimedia, que concretamente es Flash, penosamente organizadas planteadas y completamente fuera de lugar en mi especialidad. Para qué cojones quiero yo saber hacer videojuegos de flash de mierda ¿para programarlos y luego jugar a ellos en las clases inútiles como esa misma? Falta el Oráculo de The Matrix por aquí para seguir con las paradojas.

Dios, estoy escuchando a Janis Joplin y es extasiante. Bueno, sigo.

El miercoles por fin quedé con Mariano, nos dimos un paseo y nos contamos un poco nuestra vida, él lleva aquí ya tres años viviendo y se maneja bien. Cenamos en un japonés más de fideos que de sushi. Me gustó. Ayer le vi otra vez, cuando quedé con algunos internacionales para la Noche en Blanco aquí en París. Lo de entrar en cualquier sitio imposible, colas infinitas igual que en Madrid, lo que sí que estaba peor era que en muchas zonas donde deberían de haber cortado el tráfico, no lo hicieron y era un caos, vi a más de un policía fuera de sus casillas incapaz de organizar las mareas de coches y de personas. Después de un pateo infinito, de evitar pagar 7€acos por una Guinness en un bar por el Barrio Latino en el que los internacionales ignoraban el concepto "botellón" mientras Mariano y yo bebíamos Heineken en la calle, acabamos pateando again hasta Chatelet y una vez allí resultó que era yo el que había tenido la idea de ir allí, me enteré en ese mismo momento, y no supimos qué hacer. Las noches de fin de semana parece que son iguales en todo el mundo, caminar sin saber a donde vas y finalmente regresar a casa con un gran interrogante en la cabeza. Decidieron que iban a ir a un sitio al noreste al quinto pino a patinar sobre hielo. Me gusta dar con la realidad en las narices a la gente y les expliqué lo lejos que estaba, que seguramente sería un barrio de mierda y que cómo coño se les pasaba por la cabeza encontrar sitio allí. Eso hizo que las polacas se fueran a casa, je. Con el resto no sé qué pasó al final, espero que lo pasaran bien. Mariano se fue a recoger a su novia y para su casa, yo me fui solo a dar un paseo a ver si en la Torre Eiffel había algo. Paseo muy largo para nada, llegué y aquello parecía más la dimensión desconocida que la Torre Eiffel en la Noche en Blanco parisina. Absolutamente nada, solamente cuatro matados dando paseos como yo por ahí, algunas parejas eternas y cuatro tíos vendiendo recuerdos. Incluso a las 2 de la mañana están, hay que reconocerles su empeño, dedicación e infinita habilidad de ser tocacojones (vida+entropía, gracias). Se suponía que el metro funcionaba toda la noche, yo a todo esto no lo había cogido desde por la mañana cuando fui a clase (sí, tuve clase a las 8:15 de la mañana un sábado...me dan ganas de destruir el mundo cuando lo pienso), así que esperaba que así fuera. Pero no. Y estaba realmente a tomar por culo de mi casa y me dolían los pies. Así que tocó hacer la aventura solitaria en bici. Creo que subí varios puertos de categoría especial sin razón y al final llegué a casa chorreando sudor. Eran las 3 y media de la mañana y no tenía más remedio que hacer la colada porque si no, hoy, me habría resultado imposible. Así que a las 4 de la mañana lavando la ropa: olé, olé y olé. Y no fregué los cacharros y me puse a hacer más tareas de hogar porque hacía ruido y yo respeto a la gente que duerme cuando soy consciente de mis actos.

Me he despertado a la 1, el viejo yo vuelve a nacer. He comido, he visto Life, he barrido y limpiado un poco y ahora llevo un rato escuchando rock 'n' roll encerrado en mi celda ordenada y silenciosa. Redescubro a un buen compañero de visiones ontológicas y literarias, esta vez de forma sonora. Charlamos juntos con el diablo mirando al cielo que no se decide sobre el color que quiere vestir lo que queda de tarde. Soy un yonki de mí mismo. Haré unas gestiones en Internet y luego iré a los Campos de Marte donde me encontraré con José, que por fin, ha conseguido llegar a la mitad de su caminio hacia Berlín.

Cada día soy más consciente de la incomptabilidad mental, de edad y de todo que tengo con la gente que me ha tocado encontrar en París hasta el momento. Y mi incapacidad comunicativo, mi disfrute en solitario, no son buenos aliados para cambiar eso. Para compensar las faltas de excursiones, conexión y todo este tipo de chorradas importantes o no, el día 17 por el lazo de Nancy que me voy a una fiesta Erasmus en un barco por el Sena. Porque, amigos, esa Nancy es algo serio.

Escuchando: Lou Reed - Coney Island Baby
Gasto: 33€
Gasto Acumulado: 33€

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Una de la mañana. Me encontré con José en el pilar sur de la Tour Eiffel, charlamos, me cuenta su viaje y sus peripecias con el gran complejo amateur tecnológico de puta madre que lleva montado en el coche. Mola un cojón de pato. Le cuento mi vida en este último mes, resumida, mi vida, no es que se la cuente resumida, es que hay poco que contar. Conduce y recorremos aleatoriamente París hasta acabar en una calle cerca del Louvre donde nos tomamos una cerveza hablando mientras vemos mujeres elegantes pasar salpicadas por algún travelo extravagante que debería de estar en museo expuesto en el MoMA. Coche y llegamos al Quartier Latin. Una microcena callejera y pateo por las diferentes zonas para encontrar algún sitio al que ir. Después de un par de vuelos de reconocimiento y una casi entrada a un garito de Jazz, acabamos en un pub cualquiera de una calle del barrio aturistado. Como es domingo por la noche, es lo único que hay y a pesar de ser una zona consumida por los visitantes, el bar es agradable. 12€ por un Gin Fizz con un pianista y una cantante que tal y como cantó una canción concluímos que era española (Buenas versiones de Four Non Blondes y de la Credence). No me parece caro. Conversación decente, loable porque él llevaba despierto unas 30 horas de las que más de la mitad las había pasado conduciendo. Éstas son las cosas que quiero hacer y que no he encontrado a nadie aún con quien hacerlas aquí. También está el factor "somos amigos" pero el más importante no es ése, sino el "somos dos personas que piensan" al que se añade el "gustos e inquietudes similares". Foto fantasmal delante de Notre-Dame y vuelta al coche. Nos deseamos suerte, para los dos será un año importante y que ante todo nos enriquecerá personalmente más de lo que puede uno podría pensar antes de verse inmerso.

Cambiando de tercio. El mejor aspecto que tiene mi residencia, más bien mi habitación, es su orientación. No sé cómo funcionan los cambios de orientación de la Luna dependiendo de sus fases, si se repiten, cambian con las estaciones, etc... pero las dos lunas llenas que he vivido aquí han sido maravillosas. La Luna en esos momentos hace un recorrido similar al Sol y durante unas tres horas entra por mi ventana de forma tan intensa que resulta muy difícil dormir. El placer de tumbarse atravesado en la cama, encender unas velas, poner música y mirar fijamente al cielo no tiene precio. Siempre que me encuentro en situaciones así comprendo perfectamente el origen de la poesía, por la Luna, no por los aderezos estéticos personales. Igual que entiendo perfectamente la fé ciega en un Dios cuando uno está sentado en el interior de Notre-Dame y mira a su alrededor.

Y José dijo: "¡Joder, no recordaba lo bonito que habían dejado los putos franceses esto!" (Pasando por Les Invalides). Y es que París, cuando se disfruta es ciudad, no digna, sino habitable únicamente por seres olímpicos.

Gasto: 20€
Gasto Acumulado: 53€

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